The Pink Floyd
En
el año de 1967, el grupo “The Pink Floyd” hacía su tributo singular al sonido
psicodélico y al viaje alucinógeno. El tema Interstellar
Overdrive, del álbum “The Piper At The Gates Of Dawn”, es una invitación al
LSD, con sus estridencias sonoras, sus mezclas sincopadas, sus ritmos
paranoicos, y su atmósfera galáctica. El álbum, al igual que el siguiente “A
Saucerful Of Secrets” (1968), propone el rock electrónico y progresivo, el
sonido de las profundidades, y la grandilocuencia de los órganos y coros
medievales que van a marcar de forma eterna la música de “The Pink Floyd”. Una
música con mucha personalidad, que al principio se creía proveniente del
compositor y miembro fundador del grupo, Syd Barrett, pero con su despedida se
demostró que el trabajo creativo en equipo era la esencia de la banda. Syd
Barrett fue grandioso musicalmente, pero el LSD lo destrozó por dentro de forma
anticipada y para siempre.
Los
sonidos raros proceden de la imaginación espontánea de estos jóvenes
intérpretes. Se trata de una música artística, donde intervienen muchos
elementos. Entre otras, la influencia del jazz y del soul viene a ser una marca de diferenciación de este iniciático progressive rock, cada vez más
distanciado del rocanrol originario blanco estadounidense. El nuevo estilo que
se está forjando en Inglaterra es más artístico, hasta el punto que añade al
repertorio ondas sonoras de tradición europea, composiciones clásicas, y muchos
más instrumentos. Ya desde hacía algunos años el rock venía incorporando el
poder de la nueva instrumentación en sus melodías: saxos, trompetas, clave, y decenas
de artilugios de sonoridad extraña. Pero
los autores de “The Pink Floyd”, motivados, ilusionados, emprenden una carrera
hacia la creatividad musical, muy difícil de batir en aquellos tiempos. Dando
un paso más, los sonidos se fabrican con instrumentos antiguos, objetos
cotidianos, y materiales ignotos. El resultado musical y artístico proviene de
la dedicación compartida por todos sus miembros. Antiguos estudiantes de
arquitectura, esa singularidad les lleva a interesarse personalmente por todos
los detalles creativos, desde la iluminación y el diseño de los escenarios,
hasta la iconografía de las carátulas de los álbumes.
Un
ejemplo de lo que venimos diciendo es el tema Astronomy Domine. Aquí uno
se adentra en la oscuridad del universo y en el frío del espacio. La metáfora
del viaje sideral y alucinante no dejará de acompañar a la obra de “The Pink
Floyd”. (No por casualidad, en julio de 1969 hicieron la banda sonora directa
para la televisión, del aterrizaje de la nave Apolo XI en la Tierra. Millones
de telespectadores de todo el mundo habían presenciado el primer alunizaje de
la humanidad). En el inicio de Astronomy
Domine se nos dice: El verde limpio y cristalino lucha ahora, en una
segunda escena, con el azul que una vez conociste. Te envuelve, el sonido
resuena bajo las heladas aguas subterráneas. Júpiter y Saturno, Oberón, Miranda
y Titania, Neptuno, Titán, las estrellas pueden asustarte…
Desde
el inicio de la década se había emprendido la carrera espacial. En 1961 el
piloto ruso Gagarin circunvaló la Tierra en un artefacto de menos de tres
metros, y en su vuelo de algo más de hora y media escuchó a Chaikovski. A
finales de 1968, tres astronautas norteamericanos pudieron observar la cara
oculta de la Luna, circunvalando por primera vez un cuerpo celeste distinto a
la Tierra. Eran los tiempos del espacio ¾y más allá, del
universo completo. El misterio del universo, el frío del cosmos que trasluce
miedo, orquestado con choques de sonidos que aparecen y desaparecen, y en un
clímax que va progresando con el recorrido. Son sensaciones psicodélicas que se
repiten en la música de Syd Barrett, y que “The Pink Floyd” tratará de
conservar. No obstante, la genialidad anárquica y lisérgica de Barret va a ser
cortada de forma temprana, porque “A Saucerful Of Secrets” fue la última
aportación de este gran músico al grupo.
Si
la carretera, a partir de los poetas beats,
había sido la metáfora por excelencia del viaje de la vida, el cosmos de “The
Pink Floyd” es el destino de los nuevos viajes alucinógenos; es el tiempo de
los argonautas. La estructura de la composición musical se transforma, ahora
este rock admite pausas y silencios, estados de flotación que recuerdan la
ingravidez, estados de quietud móvil de avance lento, y momentos de alta
tensión. Unos años más tarde, y después de varios álbumes cada vez más logrados
como “Atom Heart Mother” (1970) y “Meddle” (1971), el grupo elaboró su obra
cumbre, integradora del efectismo sonoro que tanto habían experimentado desde
sus inicios. “Dark Side Of The Moon” (1973), título que recoge los dos
elementos esenciales de su propuesta musical (el misterio y el espacio sideral),
sintetiza los sonidos de una sociedad hiper-urbana que aspira a convertirse en
“tecnópolis”. Es la previsión de un mundo postindustrial que se estaba
acercando, y con ella dieron en el clavo. En palabras posteriores del propio
batería del grupo, Nick Mason, hablando de la magia de “Dark Side Of The Moon”:
“Creo que el factor clave fue la mezcla
de romanticismo y abstracción de la realidad. Cuando la música logra crear
pinturas que se quedan en nuestra memoria, consigue su cometido. Eso pasa con
Dark Side, es un cuadro inmortal”.
El
efectismo sónico del rock de “The Pink Floyd” se acompaña en las portadas de
una iconografía de resultado alucinógeno. La distorsión visual, el espacio
galáctico, la composición fantasiosa, la repetición de imágenes cual espejos
múltiples, cada portada es una alegoría a la dualidad ficción-realidad. La
portada del álbum “A Saucerful Of Secrets” es antológica: recoge los símbolos
ineludibles de los viajes, de las conquistas de lugares remotos, de las cartas
astrales, de las nubes y del universo de estrellas, de los planetas y sus
anillos: toda la composición expresa una nebulosa dispersa y sombría, de
colores tenues y oscuros, en su caso.
Sin
embargo, una década más tarde, con el álbum “The Wall” (1979) habían depurado
hasta la perfección su rock psicodélico, siguiendo la creatividad compositora y
artística del líder Roger Waters. Precisamente este disco fue el muro que
separó para siempre a los miembros de “The Pink Floyd”. El carácter ególatra
del genio Roger Waters abrió la brecha de la ruptura. La propia portada de “The
Wall” había dejado atrás la centralidad iconográfica de la psicodelia. Ahora la
imagen era realista, muy real: un muro blanco donde las letras rojas del nombre
del grupo y el título del disco, cual grafiti, hacía pensar en el tema central
de la obra: la educación autoritaria, o la letra con sangre entra. Una crítica
severa al control del pensamiento, y un acercamiento musical al horrible mundo
de “1984”, narrado por el escritor británico George Orwell (1903-1950). Una de
las piezas más escuchadas del disco (Another
Brick In The Wall) dice: No necesitamos ninguna educación. No necesitamos
que controlen nuestros pensamientos. Ni el duro sarcasmo en las clases. Profesores,
dejen a los niños tranquilos. ¡Hey! ¡profesores!, ¡dejen a los niños en paz! Todo
esto es como otro ladrillo en el muro. Y tú eres otro ladrillo en la pared.
"¡Error, hágalo otra vez!". "¡Si no comes carne, no tendrás postre!"
¿Cómo vas a tener postre si no comes carne?" “Sí, quédese de pie en el
rincón, señorita”.
Comentarios
Publicar un comentario