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La isla y la ciencia

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  Las dos almas habían nacido en la última década del siglo XIX. Una primero y la otra después como todas las cosas bien hechas en esta vida. Sus espíritus, sin embargo, eran embriones del renovador y no por ello menos trágico siglo XX que estaba por venir. Buena parte de la sangre antigua de los dos sujetos se había mezclado en la Vega Alta, un espacio terrenal que va desde San Mateo, en las medianías, hasta Tejeda, en las cumbres. Enorme jardín rodeado de montañas y barrancos que caen, acariciado por los vientos alisios ¾ siempre rondando en toda la Vega Alta cuando desvanece la tarde; un regalo de humedad y tarosada bajo su mar de nubes. En ese jardín, entre palmerales y dragonales, florecieron dos almas inusitadas ¾ personalidades especiales ¾, dos científicos de carrera: Juan Negrín López y José Domingo Hernández Guerra. Allí, en el interior de la isla, el manto de nubes, la lluvia y el agua facilitan los cultivos. Son aguas que acaban en los estanques y en las galerías subterrán

Las Casas

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  Allí donde llaman «Juan Gómez» está el lugar de Las Casas, un conjunto de vivienda, balcones, cuartos de apero, patio de piedra, y algún corral, todo rozando el barranco que acaba en el pueblo de Tejeda. Desde allí, en ese punto suspendido donde el lugar de Las Casas parece flotar, desde allí se aprecia en una misma panorámica el Roque El Fraile, el Roque Nublo, el Roque Bentayga, y al fondo, el Pinar de Tamadaba antecediendo al pico del Teide. Son los «roques enhiestos» que escribiera Miguel de Unamuno y Jugo cuando los vislumbró. Con un cielo azul eléctrico, bíblico y limpio, las vistas cotidianas eran motivantes, los árboles, los cercadillos, las cañas del barranco casi pedían que los abrazaran. Los almendros, las higueras que brillan con un verde liso, parejo ¾ como de charol ¾ , y sus troncos entreverados con esas hojas grandes que dan una sombra única, un frescor perfumado de olor dulce, una sensación de paraíso que agradecen los pulmones y las feromonas de la felicidad. Las Ca

Más Ciencia

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  Así, con mayúscula: más Ciencia. Así es como vamos a lograr estar entre los países avanzados, tanto económicamente como en términos de bienestar social, ético y emocional. España lo va a lograr, al margen de las coyunturas de las guerras, la inflación de los precios, o la relajación de las cadenas de suministro. No es una quimera, ni desinformación producto de una orientación política determinada. Lo dicen los datos, los escenarios estratégicos, y los hechos (que a veces clarifican la visión, y otras veces nos aturden). Lo dice el relevo generacional que ya está produciéndose: cientos de miles de personas de entre 50 y 65 años sustituidas en el mercado laboral por otras cientos de miles entre 25 y 45 años. ¿Y cuál es el perfil de ese cambio generacional? ¿Cuál es su esencia? Los jóvenes que nos sustituyen están instruidos (aunque no se les note), tienen más capacidades tecnológicas, más habilidades socio-laborales, más idiomas, y más voluntad emprendedora. Cuando yo empecé a trabajar

Hijo Predilecto para el Dr. José Domingo Hernández Guerra

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El Dr. José Domingo Hernández Guerra (1897-1932), será homenajeado el próximo 23 de abril (11:30 am) por el Ayuntamiento de Tejeda y el Cabildo de la isla, que lo declaran Hijo Predilecto.  José Domingo Hernández Guerra tuvo una trayectoria profesional meteórica desde que se licenció como médico, el 8 de julio de 1922, hasta la súbita muerte el 2 de octubre de 1932, con solo treinta y cinco años. Trabajó en el Laboratorio de Fisiología de la Residencia de Estudiantes, dio clases como Profesor en la Facultad de Medicina de Madrid, escribió artículos en revistas médicas especializadas del extranjero, se doctoró, obtuvo la Cátedra de la Universidad de Salamanca, ganó por oposición la plaza de Jefe de Sección de Fisiología Farmacológica, y fue nombrado Secretario de la Comisión de Investigaciones Sanitarias, constituida por nombres eminentes de la ciencia médica española. En aquellos tiempos remotos, fue becado en laboratorios de París, Bruselas y Berna. Pero quizá el logro más emblemático

Tras la era beat: rock y pensamiento en la década de los 60

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  En este enlace puedes escuchar la entrevista que me hizo Manolo Martín (Radio Ecca) a propósito del libro que he escrito sobre el rock de los 60 y la sociedad que lo vio nacer:  http://www.ivoox.com/83035295

Guerra, de Tejeda

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Si ha oído hablar de los Guerra, de Tejeda, debe saber que su asentamiento principal estaba en La Culata, un caserío cercano al pueblo, entremetido en los sublimes barrancales bajo los roques, desde donde se puede ver el pinar de Tamadaba, y al fondo, la montaña del Teide, si se mira hacia el noroeste. Desde tiempo atrás fue el lugar de los Guerra, al menos desde que en 1783 se casara José Antonio Guerra con María del Socorro Suarez. Si aquel provenía de Teror y del comercio de las ovejas y la lana, ella aportará a la familia las tierras y propiedades de la cumbre. Este primer Guerra murió en La Culata, señalando así el destino irrevocable del apellido en el pueblo de Tejeda. Y tuvieron muchísimos hijos como era de esperar de un matrimonio católico, devoto, de costumbres tradicionales. Sus nombres fueron José Antonio, Francisca de San José, Rafaela de Santa Gertrudis, Alonso, Micaela, Isabel, Bernardina de Sena, Josefa, y María Gertrudis. Nombres que parecen sacados de las cavilaciones

Negrín López y Hernández Guerra

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  Hay personas históricas que no necesitan efemérides para ser recordadas. Los lleva uno en la cabeza todo el rato, están residiendo en el inconsciente, y envían señales. En parte es porque la vida y la obra de estas personalidades fueron tan brillantes, que cada año que se tome se puede celebrar con algún motivo sobresaliente. Si tomamos 1921, cien años atrás, tendríamos que celebrar que Juan Negrín López había realizado su segundo doctorado en Medicina, esta vez en España, porque el primero lo hizo en Alemania con tan solo 20 años de edad; también rememoraríamos que se matriculó en la oposición a la Cátedra de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de Madrid, y que obtuvo la plaza con 30 años recién cumplidos, en marzo de 1922. Por su parte, José Domingo Hernández Guerra, licenciado en Medicina, quien fuera su principal colaborador en el Laboratorio, se había convertido en el primer becado de España por la Residencia de Estudiantes. En este caso para acudir al Laboratorio de Fi