Más Ciencia
Así, con
mayúscula: más Ciencia. Así es como vamos a lograr estar entre los países
avanzados, tanto económicamente como en términos de bienestar social, ético y
emocional. España lo va a lograr, al margen de las coyunturas de las guerras,
la inflación de los precios, o la relajación de las cadenas de suministro. No
es una quimera, ni desinformación producto de una orientación política
determinada. Lo dicen los datos, los escenarios estratégicos, y los hechos (que
a veces clarifican la visión, y otras veces nos aturden). Lo dice el relevo
generacional que ya está produciéndose: cientos de miles de personas de entre 50
y 65 años sustituidas en el mercado laboral por otras cientos de miles entre 25
y 45 años. ¿Y cuál es el perfil de ese cambio generacional? ¿Cuál es su
esencia? Los jóvenes que nos sustituyen están instruidos (aunque no se les
note), tienen más capacidades tecnológicas, más habilidades socio-laborales,
más idiomas, y más voluntad emprendedora. Cuando yo empecé a trabajar, en 1986,
España tenía ocho millones de personas menos que ahora ocupadas laboralmente.
Ya dice mucho el distinto tamaño del mercado, pero hay nuevos atributos en la
realidad actual: los titulados universitarios representábamos solo el 11% de
todos los ocupados, mientras que, a día de hoy, los trabajadores con educación
superior alcanzan el 46% de la fuerza laboral. A la misma vez las mujeres
trabajadoras se han multiplicado (de representar el 30% han pasado al 46% de
los ocupados totales); y, por último, se ha doblado el número de profesionales
y técnicos, ahora hay 7,1 millones de empleados que trabajan en una economía
cada vez más cualificada. Por contra, la economía de los años 80 y siguientes
fue una de baja productividad, y basada en la construcción.
Cuando decimos
“Ciencia” no nos referimos solo a los saberes físico-químicos,
médico-biológicos, matemáticos o cibernéticos. Nos referimos a todos los
conocimientos, vengan de donde vengan, y apunten adonde quieran. Además de esas
ramas del árbol de la ciencia, nuestra civilización no sería nada sin Thomas
Hobbes, Karl Marx, Friedrich Nietzsche, Max Weber, John M. Keynes, Erich Fromm,
o Yuval Noah Harari, por mencionar algunos sobresalientes. Filósofos,
economistas, sociólogos, psicólogos, historiadores, todos ellos han
revolucionado la ciencia, y pre-configuraron nuestra percepción científica del
mundo.
En los últimos
dos siglos España ha tenido una actitud bipolar en relación a la Ciencia. En el
siglo XIX se ausentó del pensamiento científico, y en general, de la educación
y la instrucción públicas. Dos anécdotas merecen la pena recordarse para
sopesar el abandono de la Ciencia en el país: a) la obra de Charles Darwin “El
Origen de las Especies” se tradujo del inglés al español 16 años después de su
publicación original; b) en 1875 se prohibió la libertad de cátedra en la
Universidad española. Sin esa libertad, el conocimiento se constriñe, se
aprisiona. Como consecuencia de ese error gubernamental, Francisco Giner de los
Ríos y otros catedráticos y enseñantes crearon la Institución Libre de
Enseñanza en 1876, con el propósito de reformar enteramente la educación en
España. Los frutos de este esfuerzo llegaron mucho más tarde con la que se ha
llamado “generación del 14”: José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, el canario
Blas Cabrera Felipe, Francisco Tello, Nicolás Achúcarro, Pío del Río Hortega,
el grancanario Juan Negrín López, y muchos otros científicos de primer nivel,
impulsados por la energía de Santiago Ramón y Cajal. Pero esta primera ola
había de perderse para siempre como consecuencia de la Guerra Civil y la
posterior dictadura de Franco. Y no será hasta los años 60 y 70 del siglo XX
cuando la Ciencia española vuelva a resurgir, de forma imparable en el contexto
de Europa y EE.UU., especialmente en las áreas bio-médicas y de ingeniería. Tal
así que desde entonces España es una fábrica reproductora de titulados
universitarios. Solo en los últimos 10 años se han graduado cerca de 2 millones
de titulados, de los cuales 380.000 en Ingeniería, y 339.000 en Ciencias de la
Salud.
De esos
científicos formados en los años 70 conozco a uno personalmente. Un grancanario
que estudió ingeniería en la Politécnica de Las Palmas, y desarrolló su
profesión de investigación en la industria médica, en las mejores empresas de Silicon Valley, y durante sus 40 años en
EE.UU. ha registrado más de 25 patentes propias, todas en materia de ingeniería
de radioterapia oncológica. ¿Cuántos talentos originarios de España habrán
repartidos por el mundo? Decenas o cientos de miles. Lo que demuestra el enorme
músculo y la potencialidad del capital humano y del conocimiento de nuestro
país. Ese músculo va a darle la vuelta al escenario sombrío que hemos soportado
desde mucho tiempo atrás, más atrás incluso que la Gran Recesión de 2008. Un
escenario de desigualdad social, precariedad laboral, escasas oportunidades,
donde no acabábamos de ver una economía capaz de mejorar la vida de nuestros
hijos. El cambio que se está vislumbrando implicará mayor productividad, que
llevará a mejores salarios, a mayor estabilidad en el trabajo, y a una
recuperación de la clase media, de forma contraria al empobrecimiento vivido en
las últimas décadas. Tal es la fuerza de ese músculo, que la mejora del
escenario va a producir un flujo de ida y vuelta de los talentos individuales.
Regresarán muchos científicos que se fueron, aprovechando ahora los
condicionantes favorables, y otros se seguirán yendo. Una vuelta de tuerca de
la revolución del capital humano de España lo representa el hecho de que la
última generación de estudiantes ya acude a los países de Europa y EE.UU. a
graduarse enteramente allí. Conozco a una joven grancanaria recién graduada en
Bioquímica por la Universidad del Rhur. Aunque en su Facultad no vio nunca a
una persona española, sí ha conocido estudiantes de otras ramas y en otras
universidades alemanas, procedentes de nuestro país.
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